La sincronicidad se refiere al ritmo, que emula una danza coordinada en un intervalo temporal determinado entre dos o más personas o entre personas y la naturaleza y viceversa. Para que cualquier relación se desarrolle de manera armoniosa, es indispensable la presencia de sincronicidad. Cuando no se encuentra presente, los canales de entrega y recepción se encuentran clausurados y obstruidos, y experimentamos sombras distorsionadas de lo que implica vivir en armonía. Aunque existe una relación en ambos sentidos, simbiótica, si una parte falla, la sincronización se ve comprometida.
Es indiscutible que este proceso se inicia con una sincronización individual, la cual debe llevarse a cabo durante los primeros años de la niñez. El niño adquiere la sincronización con el mundo a través de sus progenitores, quienes, a su vez, deben haber sido introducidos por los suyos, y así, infinitamente hacia atrás. Cuando los progenitores o cuidadores principales no se encuentran en armonía o comunión con la vida, lo que transmiten es confusión; es lo único que poseen la capacidad de ofrecer.
Este es un libro infantil si, pero pensado para ayudar a padres, o más bien, ayudar al niño que los padres llevan dentro. Es necesario armonizar y sincronizarse internamente antes de intentar hacerlo con otros. Utiliza esta herramienta como un momento de presencia para ti y para tu hijo.
Estar con un niño de manera física, pero ausente emocionalmente no sirve de nada. Esa compañía carece de utilidad, es inútil. No se establecen memorias, relaciones, adquisición de conocimientos ni interacciones. Se comunica igualmente la sensación de soledad y abandono. El auténtico cuidado se manifiesta cuando me conecto con todos mis sentidos, me introduzco en su mundo nuevo e inocente. Desde ese punto, con gran cuidado, comienzo a mostrar los fundamentos del amor, la empatía, el cuidado, la atención, la protección y todo lo que posteriormente será útil para que pueda ser un adulto competente en el manejo de las emociones, el cuidado de su cuerpo y su mente.
“Aprendemos las primeras lecciones de Autocuidado a partir del modo en que nos cuidan”
El auto cuidado comienza con un aspecto mental, emocional y termina en lo físico. Cuando aprendo a poner límites que resguardan mi integridad, aprendo a proteger mis sentimientos y mi cuerpo. Aprender a decir que NO, es una declaración de autonomía e integridad, es proteger nuestro ser, en todos sus niveles. Un adulto defiende su salud mental, emocional y física, según le fue enseñado en su infancia.
“No tener recuerdos de la infancia es como estar condenado a cargar permanentemente con una caja cuyo contenido desconoces”
Los niños no tienen la capacidad de controlar sus estados emocionales. No tienen la capacidad de regular sus emociones simplemente debido a que aún no han desarrollado completamente la estructura cerebral para hacerlo. Esta sección se desarrollará conforme vaya adquiriendo conocimientos de sus cuidadores. Se considera un círculo virtuoso si tengo padres que me instruyen en cómo autorregularme, así como en el desarrollo e incorporación correcta de dichas habilidades en mi sistema cerebral emocional. Sin embargo, se considera un círculo vicioso cuando el niño carece de un adulto que le ilustre o enseñe cómo manejar las emociones de forma saludable.
“La percepción más intima de nosotros mismos se crea a partir de los intercambios que mantenemos minuto a minuto con nuestros cuidadores”