LA BELLEZA DE LA IMPERFECCIÓN
Parece que toda la existencia se centra en la búsqueda constante de la perfección, en la búsqueda de la verdad. Sin embargo, la verdad es una entidad huidiza y términos como perfección nos conducen a perder el auténtico significado del proceso, nos confunden. Nos equivocaremos debido a nuestra condición humana, pero es justamente esa condición la que nos permite conocer, aprender y crecer. El acto de ser padres no nos coloca en una posición de exigirnos ser perfectos , sino que nos sitúa en una posición de acompañamiento, de aprender junto a nuestros hijos todo lo que el proceso pueda proporcionar. No debemos aspirar a ser perfectos; debemos estar en sintonía con el proceso, procurar hallar la felicidad en él. Justo en ese punto es donde la vida adquiere significado y se vuelve bella, imperfectamente bella.
La imperfección no es más que una oportunidad de crecer; donde nos equivocamos, encontraremos respuestas y oportunidades, pero es un proceso y el proceso debe ser vivido con calma, atendiendo las lecciones de la vida con humildad y con la atención que se merecen. Nada se urde en la inmediatez.
Antes de ser padres, éramos un individuo sin la responsabilidad de acompañar y guiar el crecimiento de otro ser humano; la única responsabilidad recaía sobre nosotros mismos, y en esa individualidad estábamos compuestos de alegrías y tristezas; algunas no alcanzaron a ser sanadas antes de comenzar la tarea de crianza y querrán salir con fuerza en los momentos de vulnerabilidad. Cuando eso suceda, respira y toma el control de tu ser; solo tendríamos que intentar encontrar la felicidad en esos momentos simples que componen el proceso y que, con el pasar de los años, extrañaremos.